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lunes, 25 de abril de 2011

Mi abuela Dedé




Este es mi segundo homenaje a mi abuela Dedé. Ella también es la señora de mi foto de perfil. Esa foto se la saqué cuando yo tenía 12 años, en la playa y con mucho frío.
Mi abuela se llamaba María Haydeé Barraza, pero siempre le dijimos Dedé (supongo que era un diminutivo de Haydeé). Hace dieciseis años que la extraño. Esta acuarela está inspirada en una de sus últimas fotos, mientras tejía un chaleco de lana para mi -en ese momento pequeña- hermanita.

jueves, 21 de abril de 2011

-el dolor es la emoción más fuerte, más que la ternura la caridad la piedad o la ilusión- (Cristina Peri Rossi)


El final es una especie de morcilla sanguinolenta dentro de una bolsa ziploc. Me la muestran apenas despierto de la anestesia y una doctora imperturbable me dice “esto te sacamos y te salvamos el 90% de un ovario, el otro está perfecto”. Luego frío –frío que ya conozco desde mi primera anestesia–, un frío visceral, me tapan, me ponen dos sueros tibios a modo de bolsas de agua caliente sobre el pecho y me llevan al cuarto, yo sin ropa. Después la rutina hospitalaria “apellido, D.N.I, edad” y adivinar qué me hicieron por la herida que presento. “Ah, tuviste una cesárea” No. “Ah, tuviste un (?)” ¿Qué es eso? Pregunté. “Un embarazo fuera de lugar” No. Cada turno de enfermeras, de residentes, las mismas preguntas y las adivinanzas. Le quieren poner onda pero antes de entrar al quirófano una chica vistiéndose para usar el bisturí comenta como si yo fuera sorda “Hace tres días que no duermo” ¡Guau! Yo para tocar el cello no me animo a tanto, dicen que es para que se les anestesie el corazón y se olviden de que tienen un ser humano en frente y que no les tiemble el pulso. Mientras sigue escribiendo pregunta a sus colegas “¿Torcido va con C o con S?” Yo le contesto que va con C y me mira como diciendo “Uia, la paciente habla”.
Una pequeña morcilla es una trompa de falopio que inexplicablemente –al menos para mí– se torció sobre sí misma o sobre un quiste de 8 cm y empezó a coagular.

-el dolor es la emoción más fuerte, más que la ternura la caridad la piedad o la ilusión-
(Cristina Peri Rossi)
Aquí –esto lo escribí en el hospital– se lo vive en la carne, no importa nada, solo que desaparezca ese dolor, no me importó revolcarme en un piso mugriento solo quería que no me duela más. El tiempo pasaba lento. El tiempo de dolor punzante no se mide en horas de reloj. Después las pastillas como caramelos y una estricta jefa de enfermeras que cae en su propia red. ¿Cuál es el límite entre la ley y la humanidad? Me acordé de mi papá porque su flexibilidad ante la ley lindaba con lo absurdo o lo esquizofrénico.
¿Vale la ley para no volverme loca o para que él aprenda?